domingo, 8 de diciembre de 2013

Deseo de Navidad

    Camino sin prisa por un tranquilo parque de mi ciudad. Las luces adornan todos los árboles y los niños corretean de un lado a otro. Se oyen villancicos a lo lejos y yo tarareo la letra de todos ellos. Hoy es nochebuena, por lo que en todos lados se respira ese aire de amor y alegría único de la Navidad. Solo hace falta que se ponga a nevar para que este ambiente sea perfecto, pero en mi ciudad no ha nevado nunca que yo sepa. Incluso los más ancianos no recuerdan haber visto la nieve por aquí.
    Continúo caminando y me encuentro con un enorme árbol de Navidad iluminado con cientos de luces de colores. Cerca de él, un grupo de niños se amontonan emocionados alrededor de algo.
    -¡Yo primero!
    -¡No! Yo estaba antes.
   Oigo los gritos de los pequeños y con curiosidad, me acerco a ver qué es eso tan emocionante.
   -Venga, no os peleéis - dice una voz diferente, una voz que no pertenece a la de un niño - Hay adornos para todos.
    Cuando me acerco lo suficiente, descubro que entre todos los niños hay un chico más o menos de mi edad sentado en el suelo. Está moviendo algo con sus manos y a su alrededor veo cajas con papeles de colores, grandes bolas de Navidad y más cajas.
    -Bueno, este ya está - dice alzando lo que estaba haciendo, mostrando un pequeño regalo envuelto con papel de colores - Este es para ti - dice dándoselo a una niña, la cual sale corriendo hacia el árbol y cuelga el pequeño adorno en una de sus ramas, sonriendo.
    Vuelvo la cara hacia el chico y descubro que me está mirando con sus ojos marrones. Me dirige una amplia sonrisa y se pone manos a la obra para hacer un adorno más.
    Todavía conmocionada por su sonrisa, me alejo del grupo de niños y me acerco al enorme árbol de Navidad. En casi todas sus ramas hay algo colgado: bolas de purpurina, caramelos hechos de papel e incluso ositos de peluche. Doy una vuelta alrededor del árbol, descubriendo tarjetas con los deseos para estas Navidades o tarjetas con el nombre de unos enamorados.
    Me alejo hasta un banco en el que me siento para contemplar la bonita estampa. La Navidad es una de mis fiestas favoritas del año y no lo digo por los regalos, sino por la sonrisa que está en el rostro de todo el mundo, la ilusión en los ojos de los niños, la alegría iluminando cada rincón... Eso es lo que hace única a la Navidad.
    Por el rabillo del ojo, veo cómo alguien se acerca al banco y se sienta a mi lado. No giro la cabeza, simplemente me quedo observando el árbol iluminado en el centro del parque.
    -Es bonito, ¿verdad? - dice la persona que se ha sentado a mi lado y no puedo evitar sentir un escalofrío al oír su voz.
    Dirijo mi mirada hacia él, descubriendo al chico que estaba haciendo los adornos para los niños.
   -Sí - contesto simplemente, quedándome con la sensación de que tendría que decir algo más - Es un árbol muy grande.
    Enseguida me arrepiento de decir eso, ya que ha sido bastante ridículo. Noto como mis mejillas se ruborizan, pero la sonrisa del chico hace que me sienta un poco mejor.
    -Antes te he visto haciendo adornos para los niños - empiezo a decirle, para desviar un poco la atención de mi desastroso comentario - ¿Por qué lo haces?
    El chico suelta un leve suspiro y apoya los brazos sobre sus piernas, sin dejar de mirar el árbol.
    -Me gusta verles sonreír - dice finalmente - La sonrisa de los niños es la más sincera de todas, está llena de vida, de sueños, ilusiones... Y el hecho de saber que mis cajas envueltas de colores son las causantes de esas sonrisas, me hace sentir muy bien - hace una breve pausa, tras la cual dice: - La sonrisa de un niño no tiene precio.
    Tras su explicación me quedo sin saber qué decir. Nunca había pensado de esa manera.
    -Es muy bonito eso que has dicho - digo en un susurro.
   Nos adentramos en un silencio solo interrumpido por el murmullo de gente hablando y las lejanas notas de los villancicos. Sin embargo, no me resulta un silencio incómodo.
    -Me parece que tú no has puesto nada en el árbol - dice el chico, con lo que me giro para mirarle. Entonces, veo que en una de sus manos sostiene otro de sus adornos, un corazón hecho con alambres rojos. No puedo evitar sonreír - Tu sonrisa tampoco tiene precio - me dice, consiguiendo que me ruborice - ¿Vamos? - me pregunta levantándose y tendiéndome una mano, la cual acepto sin pensarlo dos veces.
    Juntos, nos acercamos al árbol y cuando estamos delante de él, pone el delicado corazón en mi mano.
   -Te concedo los honores - me dice - pero antes, tienes que pedir un deseo antes de colgarlo.
    -Está bien - le digo mientras cierro mis ojos y pienso en un deseo. Cuando ya lo tengo pensado, cuelgo el corazón en una de las ramas del árbol.
     -¿Qué has pedido? - me pregunta.
     -¿No se supone que no te lo puedo decir? - pregunto divertida.
    -Se supone... - contesta sonriendo - pero si no se lo decimos a nadie más, seguro que se cumple - dice en un susurro.
   -No, creo que no te lo voy a decir - contesto tras unos segundos - No quiero arriesgarme.
   -Entonces tiene que ser un buen deseo si tanto quieres que se cumpla.
  Asiento con la cabeza y miro hacia arriba, intentando vislumbrar la cúspide del árbol donde sé que una estrella brilla con fuerza. Entonces, veo algo descendiendo lentamente en el aire. Cuando lo tengo delante de mí, extiendo mi mano para cogerlo, pero enseguida desaparece al entrar en contacto con mi piel.
    -No puede ser - digo sin poder creérmelo.
    Miro de nuevo hacia arriba, descubriendo más y más motitas blancas.
    Nieve.
    Está nevando.
    -Pero... ¿Cómo? - empiezo a tartamudear.
   -¿Esto era lo que habías pedido? - me pregunta el chico, mirando a su alrededor con una sonrisa radiante en su cara. Yo asiento, incapaz de pronunciar palabra - Es un buen deseo - dice volviendo sus ojos marrones hacia mí - Es muy buen deseo.
    El leve cambio en el tono de su voz hace que me gire para mirarle. Y en ese momento, en ese momento en el que nuestras miradas se cruzan, algo dentro de mí se enciende, hace clic y sé que nada volverá a ser como antes.
    Vuelvo a mirar hacia el árbol, pero esta vez la mano del chico y la mía están entrelazadas para no separarse nunca más.



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Bueeeeeeeeno, pues aquí tenéis un relato de Navidad, que ya está bastante cerquita ^^. Hoy estaba aburrida en mi casa así que me puse a escribir y bueno, aquí está el resultado.
Espero que os haya gustado y así compensar un poco mi entrada anterior, que era un poco deprimente.
En fin, espero que hayáis pasado un buen puente. ¿Habéis empezado ya a poner adornos de Navidad? Yo ya he puesto el Belén, pero todavía me quedan algunas cosillas más que poner.
Un beso ;)

lunes, 2 de diciembre de 2013

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    ¿Cómo puedo ser tan estúpida?
   Estoy cometiendo errores, muchos errores; sé cuáles son y aún así no hago nada por evitarlos. Estoy haciendo daño a una persona muy importante para mí y aún así parece que no quiero arreglarlo, que todo me da igual. Pero no, no me da igual en absoluto. No quiero hacerle daño, porque también me hago daño a mí  misma, aunque creo que ya he llegado al punto en el que solo me importa lo que le pase a él.
    Quiero arreglar las cosas, de verdad que quiero, pero hay algo dentro de mí que me impide actuar, que me impide dar un paso al frente y acercarme a él. Sé que el problema soy yo y sé que tengo que cambiar el chip si quiero que esto salga bien. La solución a esto está en el cambio, no a un cambio radical, no. Solo hay que cambiar pequeñas cosas.
    No sé qué es lo que me pasa, pero nos está haciendo daño a los dos. Solo pido que él no me odie por lo que estoy haciendo y que sepa perdonarme. Solo le pido un poco de comprensión.


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    Siento subir una entrada tan... así, pero es así como me siento hoy y solo quería desahogarme un poco. Espero que vosotros esteis teniendo un mejor día.

martes, 26 de noviembre de 2013

Nobody knows who I really am... neither do I

    ¿Quién soy?
   Una gran pregunta que parece fácil a primera vista, pero que esconde un montón de secretos entre sus interrogantes. ¿Quién soy? ¿Quién eres? ¿De verdad te conoces tan bien como crees? ¿Qué te hace diferente de los demás? ¿Qué te hace igual?
    Me he dado cuenta de que no sé quién soy, no me conozco a mí misma. Sí, podría decirte cómo me llamo, cuál es mi color favorito, qué canciones me gustan o qué hago en mis ratos libres. Pero es a la hora de describir mi personalidad cuando dudo. Me gustaría decir que soy amable, optimista, inteligente y tímida, pero ¿de verdad soy así? A veces pienso que todo lo que soy es una simple máscara tras la que se esconde la verdadera yo.
    Sin embargo, al preguntar a los demás por mi personalidad responden otras cosas: eres generosa, simpática, luchadora y modesta. ¿Es esa la imagen que doy? ¿Lo que los demás ven al mirarme?
   Sé que nadie me conoce de verdad. Nunca muestro a los demás mis sentimientos y preocupaciones, en ese tema soy muy cerrada y prefiero guardarme las cosas. Son mis secretos y ni siquiera hablo de ellos con las personas más cercanas a mí. Los mantengo en mi interior y temo el día en el que no pueda retenerlos más y salgan al exterior a borbotones en forma de lágrimas o gritos. Mientras tanto, sé que no diré nada. Mis emociones son algo muy personal para mí, algo que no se puede contar así como así.
    Por lo tanto, ¿quién me conoce realmente? La gente cree conocerme y sin embargo yo sé que no saben nada de mí. No saben cuáles son mis problemas y muchas veces, esos problemas y preocupaciones son los que definen a una persona. Visto de esta forma, sería fácil afirmar que me conozco, pero no es así. Porque a pesar de conocer mis problemas no consigo elaborar una idea clara de mí misma.

    La respuesta a la pregunta quién eres se pude interpretar de tres formas:

1. Así es como crees que eres, porque no sabes del todo la respuesta.
2. Eso es cómo te gustaría llegar a ser, la persona en la que te gustaría convertirte.
3. O simplemente es la imagen que muestras a los demás.

    Es difícil conocerse a uno mismo y, nos escondamos tras una máscara o no, siempre habrá una parte de nosotros que creeremos que está encerrada, esperando que un día la liberemos para poder mostrarnos al fin tal y como somos.



lunes, 11 de noviembre de 2013

Rosa de los vientos.

    Seré tu rosa de los vientos, la que marque tu camino, la que te guíe en la oscuridad.
   Seré tu comienzo, pero sin final, porque el camino nunca acaba y el viaje es eterno. Mas el norte siempre estará en la misma dirección, el hogar siempre estará en el mismo sitio. Permítime mostrarte el camino y, cual rosa de los vientos, yo seré tu billete de ida a nuevos mundos.

domingo, 20 de octubre de 2013

Dejándome llevar

    El cielo nocturno está iluminado por cientos de pequeñas estrellas, pero la luna no hace acto de presencia esta noche. Me he despertado antes que el amanecer. Abro los ojos lentamente, pero en vez de estar molesta por ser tan tarde, me doy cuenta de que una sonrisa adorna mi cara. ¿De dónde habrá salido? Me pregunto sin dejar de sonreír. Pero no es solo la sonrisa. Me siento increíblemente bien, siento que me han salido alas y que puedo volar, que hoy mi imaginación no tiene límite. En lugar de volver a arroparme con las sábanas, me levanto de un salto, cierro la puerta de mi habitación y subo las persianas de la ventana con cuidado para no despertar a nadie. Observo las estrellas a través del cristal. Abro la ventana, como si al abrirla pudiera estar más cerca de esos puntitos brillantes. Un suave viento se cuela en mi habitación y sin darme cuenta, empiezo a imaginarme miles de cosas a la vez, cientos de historias aparecen en mi cabeza.
    Decidida, enciendo mi lamparita de noche, cojo una hoja de papel y un boli y dejo que la imaginación tome forma de palabras. Escribo y escribo sin parar, dejándome llevar por esta fuerza que me impulsa a imaginar. Me quedo sin espacio en la hoja y sin perder más tiempo cojo otra más. No dejo de sonreír en ningún momento. Las palabras salen solas, apenas me da tiempo a pensarlas, porque ya están sobre el papel. Palabra tras palabra,  página tras página, minuto tras minuto... no dejo de escribir en ningún momento. Creo nuevos lugares, nuevos personajes y nuevas situaciones, los entrelazo para contar una historia, una historia de aventuras, de fantasía, de amor, de misterio... de lo que sea, pero escribo historias sin parar.
    Poco a poco, una suave y clara luz empieza a colarse por mi ventana. Las estrellas desaparecen paulatinamente del cielo, que cada vez es más azul. Cuando el primer rayo de sol ilumina el mundo, dejo el boli a un lado, ordeno las hojas de papel y las coloco con cuidado sobre la mesa, como si con la más mínima brisa las palabras pudieran salir volando. Miro por última vez la obra de mi imaginación, me tumbo en la cama bajo las sábanas y me duermo igual que cuando desperté: con una sonrisa.

Nunca subestimes el poder de la imaginación

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Sí, sí... ya lo sé. Llevo muchísimo tiempo sin subir una entrada, pero se debe a que con el instituto, los deberes y los estudios "-.- (es todo básicamente lo mismo) no puedo coger el ordenador entre semana, por lo que solo puedo escribir los fines de semana y no todos (¡FIESTAAAA!). La falta de entradas también se debe a la falta de imaginación e inspiración, pero parece que poco a poco va volviendo (menos mal... ¡creía que te había perdido para siempre!)
Intentaré subir más a menudo y ya que estoy aquí aprovecho para deciros que he empezado a escribir una novela. En cuanto la acabe a lo mejor subo los capítulos :)
Bueno, pues eso. Espero que os haya gustado la entrada ^^.

sábado, 14 de septiembre de 2013

Dame un motivo para sonreír :)

    Me he dado cuenta de que últimamente, la gente siempre está refunfuñando por algo, se quejan de lo que les ha pasado o porque no tienen algo que quieren. ¿Qué ganamos con eso? Con estar gruñones y tristones todo el tiempo. Nada. No ganamos nada, pero sí que podemos perder. Estando de mal humor puedes hacerle daño a alguien diciéndole cosas que en verdad no piensas; o quizá, no quieras salir de casa y te perdieras el que podría haber sido el mejor día de tu vida. Así que, hay que dejar a un lado todas esas caras largas y ver lo que nos rodea, ya que hay mucho por lo que estar feliz.
    Quién no sonríe al sentir el viento en la cara, la hierba bajo los pies descalzos y la calidez de los rayos del sol sobre la piel; o al hablar con una persona a la que echabas mucho de menos.
    Quién no sonríe al oír el canto de los pájaros, el susurro de las hojas mecidas por el viento, el romper de las olas en la playa, la risa de un niño... poder observar las nubes y encontrar formas en ellas.
    Quién no sonríe al conocer gente nueva, al ayudar a alguien sin esperar nada a cambio o al aprender algo nuevo.
    Quién no sonríe al escuchar la melodía de la canción que más nos gusta por la radio; o al ver el amanecer de un nuevo día y el atardecer de una nueva noche.
    Quién no sonríe al ver una estrella fugaz y darse cuenta de que no has podido pedir un deseo; o al pasar un día alocado con tus alocados amigos.
    Quién no sonríe al ver fotos de cuando eras pequeño y recordar viejos tiempos; o al acabar un día de instituto y saber que queda menos para que llegue el fin de semana.
    Quién no sonríe al sentir la sangre correr por nuestras venas, al aire llegando a cada parte de nuestro cuerpo o al oír los latidos de nuestro incansable corazón.
    Quién no es capaz de sonreír por estar vivo. Por poder ver todo lo que vemos, oír todo lo que oímos, hablar, sentir, imaginar, soñar... Todos son motivos para sonreír.
    No importa el día de mierda que llevemos, siempre habrá algo por lo que merezca la pena sonreír, cualquier pequeño detalle lo merece, pero son eso: pequeños detalles, por lo que hay que buscarlos y fijarse bien en lo que nos rodea para encontrarlos.
     La lista de motivos para sonreír es interminable, porque hay cientos, miles, millones... Hay infinitos motivos. ¿Cuáles son los tuyos?


viernes, 6 de septiembre de 2013

Como una montaña rusa

    El amor es como una montaña rusa. Cuando sabes que ya es tu turno de subir, sientes un hormigueo en el estómago que no tarda en extenderse por todo tu cuerpo, no puedes quedarte quieta, las manos te sudan y sonríes a cada instante, nerviosa. Te subes en la vagoneta y los nervios aumentan con cada segundo que pasa y, al igual que cuando te enamoras por primera vez, tienes miedo. No sabes qué pasará cuando la atracción empiece a funcionar, empiezas a pensar que todo saldrá mal y en el último momento, hay un impulso dentro de ti que dice que te vayas, que des media vuelta y no vuelvas, pero ya es demasiado tarde, la atracción empieza a moverse y los nervios siguen ahí, pero ahora van acompañados por esa asfixiante sensación de miedo. La primera vez que te subes a una montaña rusa, estás asustado, no sabes qué pasará y con cada sacudida de la vagoneta tu corazón parece que se detiene. Antes de que te des cuenta, ya ha acabado. Estás donde estabas antes, la atracción se ha detenido y has llegado al final. Tu corazón late desbocado y una parte de ti se desmorona porque ya no hay más, pero entonces sonríes y te das cuenta de que el miedo ya no está ahí, de que quieres volver a montar, porque ya sabes a lo que te enfrentas y sabes que por muchos vuelcos que dé tu corazón durante el trayecto, al final vas a sonreír y estarás bien.
    El amor es como una montaña rusa, tiene sus subidas y sus bajadas y al principio, da miedo… Sí, tenemos miedo de enamorarnos. Pero siempre te das cuenta de que merece la pena y que aunque a veces lo pases mal, al final vas a estar bien.

    Cada montaña rusa es diferente y no sabes lo que te espera al subir, pero sí lo que tienes al bajar: una vigorizante sensación en el pecho con la que sientes que vas a explotar de alegría y un bonito recuerdo con el que sonreirás cada vez que lo rememores.


lunes, 2 de septiembre de 2013

No quiero dejar de oír la música

    La música me envuelve por completo. Escucho la melodía y canto la letra de la canción que tantas veces he escuchado y que me sé de memoria. La gente a mi alrededor  canta también, uniendo sus voces a la de los demás, a la mía, a la del cantante que está sobre el escenario. Las voces se oyen como una sola. Estiro mis manos hacia arriba, hacia el cielo cubierto de estrellas y veo cómo más gente hace lo mismo que yo, como si al estirar el brazo pudiéramos estar más cerca del cantante, más cerca de la música. En un momento en el que la voz deja de oírse y solo se oyen los instrumentos, grito y aplaudo sin parar, a pesar de que la canción no ha acabado todavía. Mi corazón late con fuerza, sintiendo cada nota, recordando cada gesto. La multitud me rodea y canta y baila y grita a mi alrededor. El calor de tantos cuerpos en movimiento me sofoca, pero solo me centro en la música que sale de los altavoces, haciendo temblar el suelo con cada nota grave, haciendo que mi cuerpo reaccione saltando una y otra vez. Sigo mirando al escenario y vuelvo a cantar con todos los demás. Las luces de colores me ciegan, los focos apuntan en todas direcciones, pero en el centro del escenario, en el centro de esa tormenta de luz y color está él. Él con su voz y una guitarra en sus manos, él cantando una de mis canciones favoritas, él haciendo que mi corazón estalle de alegría, él que me saca una sonrisa al oír su voz… Él, que ha sido capaz de reunir a tantas personas de diversos lugares solo por una razón: la música. Cada uno de nosotros tenemos unos gustos que nos diferencian y nos definen, pero a todos nos une lo mismo.
    Un último golpe de guitarra suena y toda la multitud salta como loca, grita y aplaude mientras las últimas notas resuenan en los altavoces. Las luces se apagan por un momento y al segundo siguiente, la música vuelve a sonar. Esta vez la melodía es lenta, anunciando una canción de amor. Sin dudarlo un instante, todas las manos están en el aire moviéndose de un lado a otro a la vez, siguiendo el compás. Mis manos se levantan en el aire y mi voz se une a la de los demás. No quiero que esto acabe, no quiero dejar de oír la música, no quiero dejar de sentirme completa con unos completos desconocidos que de alguna forma se me hacen familiares…
    Dejo que la música llene cada poro de mi piel y simplemente, me dejo llevar.


domingo, 1 de septiembre de 2013

La tormenta

    El retumbar de un trueno la despierta en mitad de la noche. Se siente desorientada y perdida y no es hasta que encuentra a su querido osito de peluche entre las sábanas cuando se siente segura. Sus ojos se acostumbran a la oscuridad que reina en su habitación sumiendo todas sus cosas en penumbra, haciendo que sienta miedo de todo lo que le rodea, de todo lo que le es tan familiar.
    El rugido de la tormenta que hay fuera le hiela la sangre, las gotas de agua chocan una y otra vez contra el cristal de su ventana como si intentaran hacerse paso hacia el interior, y el viento sopla contra las persianas subidas como si fuera un alma en pena, aullando, lamentándose. Pero sin duda alguna, lo peor de todo, lo que más le asusta, son los truenos, los relámpagos, los rayos... Esos fogonazos de luz que la ciegan por un instante, seguidos de una explosión de sonido que hace temblar todo su cuerpo, acelerando los latidos de su corazón. Es como si el cielo se estuviera partiendo en dos, como si se estuviera rompiendo.
    Se sienta sobre su cama y estira el brazo para encender su lámpara de noche, buscando algo de luz. "CLICK", pero no ocurre nada. "CLICK", "CLICK", la luz no se enciende. Ha habido un apagón.
    Reúne un poco de valor para mirar al exterior, al otro lado de la ventana, a la tormenta que la mantiene despierta y asustada, pero apenas consigue distinguir nada. Las farolas de su calle están también apagadas, nubes negras se ciernen sobre la ciudad mientras dejan caer esas gotas de agua para que se choquen contra el asfalto, los coches, las casas... Todo es negro, oscuro, sin color. Negro sobre negro y agua sobre agua. No se ve la tormenta salvo cuando un rayo la ilumina con su resplandor blanco, eléctrico, rápido, pero la niña no quiere verla.
   Asustada, vuelve a esconderse entre las sábanas, abrazándose con fuerza a su oso de peluche para que le dé fuerzas, escondiendo la cara en la almohada para no ver la lluvia estrellarse contra su ventana, ignorando esas explosiones que la hacen estremecer... Solo esperando a que todo acabe, a que las nubes se alejen y dejen paso a la luna y las estrellas para iluminar el mundo.
    Con el pensamiento de que todo va a acabar y que el sol volverá a salir, la niña se duerme en mitad de la tormenta.


viernes, 30 de agosto de 2013

Una historia de feria (parte 2)

    Han pasado los años y “El Canguro Loco” siempre ha venido a mi pueblo, siempre me he montado al menos dos o tres veces por día y siempre, ese niño se ha sentado delante de mí. Ya no le guardo rencor como cuando era pequeña y cada que vez que se da la vuelta y me sonríe, yo le devuelvo la sonrisa, contenta. Creo que me he acabado enamorando de él, pero me repito a mí misma una y otra vez que eso no puede ser. Nunca he hablado con él y solo le veo una vez al año, mientras que el resto del tiempo, él viaja de ciudad en ciudad pasando por todas la ferias posibles, conociendo a mucha gente y viendo muchos caras nuevas. Por lo que ni siquiera sé si él se acuerda de mí cada vez que me monto en “El Canguro Loco”. Sin embargo, cada vez que me sonríe, algo dentro de mí me dice que sí, que me recuerda, y que esa sonrisa es solo para mí.
    Ahora tengo diecinueve años y me encuentro delante de mi atracción favorita. Las brillantes y parpadeantes luces del “Canguro Loco” me sacan una gran sonrisa, como cada año. Tengo el ticket ya en mi mano, y estoy esperando a que nos toque el turno de subir a mi amiga y a mí mientras me termino mi bola de dulce algodón de azúcar. Me fijo en todos los asientos mientras dan vueltas y más vueltas buscándole a él, pero no está en ninguno de ellos.
    Cuando la atracción se detiene, mi amiga y yo nos apresuramos a coger sitio. Abrochamos el cinturón y bajamos la barra de seguridad. Rápidamente, los demás asientos se llenan, pero yo solo miro alrededor, esperando ver a ese chico de pelo negro sentarse delante de nosotras. Y ahí está. Revisando que todo esté en orden. Cuando termina, pasa veloz por mi lado y se sienta delante de nosotras, junto a dos chavales que creo que no conoce de nada. En cuanto ajusta la barra de seguridad, se da la vuelta y me mira con sus ojos negros. Esta vez, soy yo la primera en sonreír y mi sonrisa se ve correspondida por la suya. La sonrisa más bonita y sincera que haya visto nunca.
    La atracción se pone en marcha y una vez más, me lo paso genial, como si fuera una niña chica que se monta por primera vez sin miedo.
    “El Canguro Loco” se para demasiado pronto para mi gusto. Cada vez se me hace más corto el viaje, del cual casi no me entero, ya que estoy pendiente del chico que hay delante de mí, esperando a que se dé la vuelta para poder ver esos ojos negros y esa sonrisa.
    Me bajo sin apenas sentir las piernas y me parece que voy dando tumbos de un lado para otro, pero unos segundos después mis piernas responden correctamente.
    Mi amiga y yo nos ponemos a buscar otra atracción en la que montarnos, aunque yo preferiría subir de nuevo en “El Canguro Loco”.
    -Perdona – dice una persona mientras me da suaves golpes en el hombro.
    Al darme la vuelta, me encuentro con los ojos negros de ese chico con el que nunca he hablado y al que siempre he querido decirle algo, pero nunca he tenido el valor suficiente para hacerlo. Sin embargo, ahora él está ahí, hablándome. Le sonrío tímidamente.
    -Creo que se te ha caído esto – me dice y levanta la mano para mostrarme unas llaves – ¿Son tuyas?
    Enseguida reconozco el llavero, pero aún así me llevo las manos a los bolsillos. No, mis llaves no están.
    -Sí, son mías – digo extendiendo mi mano para cogerlas – Gracias. Sin ellas no puedo entrar a mi casa.
    -No hay de qué – dice, mostrando esa sonrisa que tanto me gusta y que tanto he llegado a conocer en todo este tiempo – Nos vemos por ahí.
    Apenas consigo decirle un tímido adiós. Lo observo hasta que desaparece entre la gente y entonces una sonrisa desconocida para mí aparece en mi rostro. “Me ha hablado”, pienso mirando mis llaves, que antes han estado en sus manos.
    Vuelvo a caminar al lado de mi amiga, pero mi cabeza está a miles de kilómetros de distancia en este momento.

    “Él ya me ha hablado, ahora tengo que hablarle yo. Tengo que dar el siguiente paso” pienso sin dejar que esta sonrisa abandone mis labios.

lunes, 26 de agosto de 2013

No hay caminos correctos ni equivocados... solo caminos

    ¿Nunca os habéis preguntado si lo que estáis haciendo está bien? ¿Si os estáis equivocando y todo es un error? Yo sí, y muchas veces. Incluso en las ocasiones en las que pienso que estoy haciendo lo correcto, después me pongo a pensar y me doy cuenta de que he hecho algo mal, pero no sé el qué. ¿Dónde he metido la pata? Puede que en todo o puede que en nada, siempre tendremos esa duda.
    Es lo que pasa cuando hay que elegir entre dos, tres o veinte elecciones: elijas lo que elijas, sentirás que te has equivocado. Pero eso siempre va a pasar, habrá miles de posibilidades y siempre creerás que has elegido la que no debías, cuando en realidad ninguna de ellas es la incorrecta, al igual que ninguna es la acertada. Siempre nos preguntaremos qué habría pasado si hubiéramos escogido otra opción, pero lo pasado ya no se puede cambiar.
    Hay que seguir adelante sin importar las dudas que tengas, sin preguntarte qué habría pasado si hubieras hecho esto o lo otro, sin pensar en las dificultades... Porque no hay caminos correctos y no hay caminos equivocados, solo caminos y si has cometido un error en alguno de ellos, siempre estás a tiempo de arreglarlo.
    Hay infinitas opciones, pero ninguna equivocada e incorrecta, porque somos nosotros los que nos podemos equivocar al llevarlas a cabo, llegando a ese punto en el que crees que has elegido el camino que no era. Rectifica tu error y sigue adelante, porque la carretera tiene muchas desviaciones, pero todas te llevan a un lugar diferente.


Una historia de feria (parte 1)

    Por fin. Ya está aquí, ya ha llegado… La feria. Esos días de verano en los que el pueblo se llena de colores y alegría, donde la música suena por todas partes y el ambiente de fiesta se hace llegar más allá de tu pueblo, atrayendo a mucha más gente.

    Cada año espero impaciente la llegada de estos diez días. Llevo yendo a la feria desde que tengo memoria: con mis padres, mis abuelos, mis amigos… Siempre he ido con alguien, porque la feria no se inventó para ir solo sino para pasarlo bien en compañía.
    Sin embargo, me he dado cuenta que desde hace unos cuantos años, espero con más ganas la llegada de la feria. Contaba los días que quedaban para montarme en las atracciones, para salir con mis amigos hasta altas horas de la noche, para ponerme hasta arriba de algodón de azúcar… Contaba los días que quedaban para verle a él. El chico del canguro loco, como suelo llamarle.
    La primera vez que le vi, creo que yo tendría unos diez años y era la primera vez que me montaba en la atracción El Canguro Loco. Tenía mucho miedo, ya que esos brazos que giraban, subían, bajaban y daban vueltas sin parar, me intimidaban muchísimo. De todas formas quise subir y eso hice. Me senté al lado de mi madre que, tras mucho insistir, accedió a subir conmigo. Observé cómo el revisor pedía los tickets y se aseguraba de que todo estuviera listo. Antes de que la atracción se pusiera en marcha, vi cómo un niño de mi edad se sentaba en los asientos de delante. Cuando ya estaba sentado, se dio la vuelta y se me quedó mirando fijamente con sus ojos oscuros. Después, empezó a reírse a carcajada limpia de mí. Supongo que mi cara debió de ser un poema aquel día, ya que tenía mucho miedo, pero el hecho de ver a ese niño reírse de mi temor, me dio fuerzas para no ponerme a gimotear y para soltarme del brazo de mi madre. Lo miré desafiante y le saqué la lengua, gesto que él me devolvió.
    Entonces, la atracción empezó a dar vueltas lentamente y ese niño fijó su vista al frente. Al principio, iba bien, no tenía miedo, pero cuando el brazo en el que estábamos mi madre y yo comenzó a subir y a bajar, un grito salió de mis labios y sin poder evitarlo, me agarré a mi madre mientras intentaba no soltarme de la barra de seguridad. Al oír mi grito, ese niño se dio de nuevo la vuelta y, al verme tan asustada, volvió a reír. Me enfadé mucho con él, tanto que tuve ganas de llorar, pero claro, no quería darle el gusto a ese mocoso de verme así.
    Al final me lo pasé bien y me gustó El Canguro Loco, pero me irritaba que ese niño se hubiera dado la vuelta constantemente para mirarme y reírse de mí.
    Al día siguiente, volví a montar y al otro también. El Canguro Loco se convirtió en mi atracción favorita, pero cada vez que me montaba, ese niño de pelo negro, también.

     No tardé en descubrir que él era hijo de los dueños de la atracción, por lo que podía subirse siempre que quisiera y sin pagar, lo que al principio me dio mucha envidia.

domingo, 18 de agosto de 2013

Photographs

    Me has enseñado que ningún mal dura para siempre.


Que las historias nunca tienen un final.


Gracias a ti, he comprendido el significado de la palabra "AMOR".



He aprendido que soy perfecta a mi manera,



que puedo conseguir lo que quiera solo con desearlo, ya que si quieres, puedes.



Ahora sé lo que se siente al estar en tus brazos,
en los brazos de la persona que más me importa,



la persona en la que pienso nada más abrir los ojos,
la persona que me ha enseñado a amar.



No hay palabras para expresar todo lo que siento,
simplemente diré que no hay palabras.


Así que por mucho que cueste, por muchas dificultades que encontremos en el camino,
sé que tú estarás ahí, conmigo.


Sé que nunca me dejarás caer, darme por vencida
al igual que yo nunca dejaré que te rindas.

Quiero darte las gracias por todo eso y más.
Gracias por aparecer en mi vida, gracias por estar ahí.
.

domingo, 11 de agosto de 2013

Tu futuro es tu presente y tu presente, tu pasado.

    Escribo esto en mi presente para que lo leáis en el futuro y sin embargo, lo leeréis en el presente cuando lo escribí en el pasado. Es un poco rallante, pero si lo leéis detenidamente lo entenderéis , le encontraréis el sentido y os dará en qué pensar. Por lo menos a mí me ha hecho reflexionar sobre el tiempo.
    El tiempo.
    Algo extraño, abstracto, inalcanzable… fugaz. Piensas en el futuro mientras vives el presente, sin darte cuenta de que el futuro pasa a ser tu presente y que tu presente se convierte en tu pasado.
    Un día, un segundo, un instante… Mientras lo piensas ya ha pasado. No lo puedes controlar, simplemente pasa, se va. Sinceramente, es muy frustrante. Sientes como si estuvieras desperdiciando el tiempo a cada momento, como si no hicieras nada de provecho, pero no es así. Puede que a corto plazo no se note. En un minuto o en un segundo no da tiempo a hacer gran cosa: estar de pie, decir una palabra, ver una estrella… Pero si todos esos instantes los juntas, te das cuenta de que todo tiene sentido, de que haces las cosas por alguna razón, que no malgastas tu tiempo. Puede ser que estés de pie para esperar a alguien, a alguien con quien no te importar perder tu tiempo. Una palabra no es gran cosa por sí misma, pero en muchos minutos puedes decir muchas palabras que pueden cambiar el mundo.
    El tiempo siempre está ahí, imparable, eterno, porque puede que tu tiempo acabe, pero el de otras muchas personas estará empezando.

    Esto da mucho en qué pensar y siento mucho si al final os acabo provocando dolor de cabeza, pero creo que merecía la pena compartirlo. Nunca está de más pensar en las cosas que nos rodean, por muy simples y extrañas que parezcan. El tiempo está en todas partes y muy pocas veces nos damos cuenta de que está ahí.


sábado, 3 de agosto de 2013

Otra vez de viaje.

    Como podéis ver en el título, me voy otra vez de viaje y esta vez estaré fuera tres semanas, sin ordenador ni Internet  Así que tengo programadas algunas entradas, las cuales todavía no he escrito, pero que haré en unos minutos.
    Si me dejáis comentarios los contestaré en cuanto vuelva.
    Un abrazo :)

martes, 30 de julio de 2013

Mi pequeña golondrina (parte 4)

    Las lágrimas amenazaban con salir a los ojos de Jane. Nunca había leído algo tan triste y a la vez tan lleno de amor como esas líneas escritas por su bisabuelo.
    -Esa fue la última carta que me escribió.
    Al oír la voz, Jane se giró sobresaltada hacia la izquierda. Su bisabuela estaba fuera del coche mirando la carta que ella tenía en sus manos. Rápidamente se enjugó las lágrimas.
    -Él no volvió, ¿verdad? – consiguió preguntarle a la mujer.
    -No – dijo simplemente.
    Jane volvió la vista a la carta que todavía tenía entre sus manos y sus ojos se posaron en la palabra “rosa”.
    -¿Llegó la rosa que te envió? – volvió a preguntarle.
    Una sonrisa apareció en el anciano rostro de su bisabuela y en su mirada apareció un brillo de nostalgia y amor tan fuerte que a Jane le dieron ganas de ponerse a llorar de nuevo.
    -Sí, esa rosa llegó con la carta – respondió – Y aún todavía la tengo conmigo.
    Jane miró a su abuela con una expresión de extrañeza en el rostro.
    -¿Cómo es posible? – preguntó incrédula – Ha pasado mucho tiempo desde que llegó la carta.
    Su bisabuela la miró con una dulce sonrisa en el rostro.
    -Ven – le dijo simplemente.
    La muchacha obedeció a su bisabuela y salió del coche tras dejar la carta sobre el asiento. Una vez fuera, cogió la mano que le ofrecía su anciana parienta y las dos caminaron hacia el fondo del jardín.
    -Cuando llegó la carta – empezó a decirle la mujer – la rosa estaba casi marchitada, aún así, guardaba la esperanza de que pudiera crecer de nuevo.

    Llegaron al fondo del jardín y Jane observó con asombro el enorme rosal que había visto antes. Había muy pocas rosas en él debido a que la estación en la que se encontraban, pero Jane pudo ver que las rosas eran de un rojo muy fuerte, que contrastaba con todo el lugar.
    -¿Plantaste la rosa? – preguntó casi en un susurro.
    -Así es. Nunca pensé que fuera a sobrevivir, pero puse mucho empeño en que pudiera seguir adelante. Y ahora, cada vez que salgo al jardín, recuerdo a tu bisabuelo y siento que una parte de él está conmigo.
    -Es muy bonito – dijo la chica sintiendo que estaba a punto de echarse otra vez a llorar.

    Bisabuela y bisnieta se quedaron en el jardín contemplando aquel hermoso rosal mientras una suave brisa les mecía el pelo y hacía que las hojas del árbol susurraran. Jane podía notar el amor que sentía su bisabuela por ese hombre que perdió la vida para defender a su país hace más de noventa años. Contemplando ese rosal, Jane se dio cuenta de que ese amor no había desaparecido con el paso de los años y sabía que mientras ese rosal estuviera allí, la historia de sus bisabuelos siempre permanecería viva.

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    Pues esta era la última parte del relato, así acaba la historia. Espero que os haya gustado :)

lunes, 29 de julio de 2013

De vuelta

    ¡Ya estoy aquí! No he estado mucho tiempo fuera, solo cinco días, pero he hecho tantas cosas y me lo he pasado tan bien que parecían muchos más días. He conocido a un montón de gente nueva, íbamos tantas personas que no me ha dado tiempo a aprenderme el nombre de todos (150 más o menos). Sin duda me habría gustado que hubiera durado unos cuantos días más, porque los dos últimos días fueron los que más a gusto me sentía con la gente, cuando ya había más confianza y empezabas a hablar con todos, por lo que me ha fastidiado bastante que nos tuviéramos que ir en ese momento. El año que viene intentaré ir otra vez :)
    Otra cosa... la entrada que programé se ha subido con éxito y ahora que he descubierto esto de las entradas programables podré subir algunas más cuando me vaya otra vez.
    Eso es todo por ahora y que ya mismo subiré otra parte de Mi pequeña golondrina.

sábado, 27 de julio de 2013

Mi pequeña golondrina (parte 3)

26 de junio de 1916.

    Mi pequeña golondrina, los días aquí son cada vez peores. Me acuesto con el sonido de las bombas y metrallas, pero nunca consigo conciliar el sueño y si lo hago, en mis sueños también libro batallas sangrientas, veo a mis compañeros morir y la tierra sangra por donde quiera que voy. El ejército alemán ha conseguido abrirse paso hasta Francia y en Verdún, los franceses defienden como pueden su patria.

    Ayer, el general movilizó a una pequeña parte de nuestro ejército hacia el río Somme con la intención de apartar a los alemanes de Verdún y dividir sus fuerzas. Así que, ahora vamos de camino hacia ese río, avanzamos deprisa, pero el cargamento, las armas y las provisiones frenan notablemente nuestro paso. No sé por qué, golondrina, pero la idea de ir a ese río me remueve las entrañas como si me estuviera dirigiendo hacia la mismísima Muerte. Ya no le encuentro el sentido a esta guerra, todo el mundo quiere volver a casa. Incluso los alemanes tienen miedo y quieren irse del campo de batalla. En la última contienda en la que formé parte, vi a un alemán delante de mí. Mi mano estaba preparada en el gatillo, dispuesta a apretarlo y acabar con ese hombre, pero algo me detuvo. Me quedé mirándolo fijamente y en sus  ojos lo único que pude ver fue miedo y ganas de volver con su familia, de estar lejos de allí. Me alejé de él sin disparar y ya no sé qué habrá sido de él.

    Siento mucho no poder escribirte tan a menudo como a mí me gustaría, pero si no estamos luchando contra los alemanes, estamos luchando contra los turcos o los búlgaros. Me pongo a escribirte cada vez que puedo. A veces tardo semanas en escribirte una sola carta que ni siquiera sé si llegarás a leer, pero al menos vivo con la certeza de que tú y Amy estáis a salvo en casa. Os echo mucho de menos, mi dulce golondrina. Cuánto desearía coger a Amy entre mis brazos, hacerla reír y jugar con ella. Algún día estaré allí con vosotras dos, en nuestra casa de Ivybridge y ese diminuto coche amarillo. Sueño con el día en el que te pueda volver a ver y conocer por fin a mi pequeña… solo hay que esperar a que esta guerra acabe.

    Me despido de ti e intentaré escribirte lo antes posible. Junto a esta carta te envío también una rosa que encontré hoy en el camino. Me pareció increíble que hubiera sobrevivido a tanta destrucción y horror, pero esa pequeña rosa me ha dado esperanzas, golondrina. Ahora sé que se puede sobrevivir, que hay luz al final del túnel. Espero que te llegue y no te preocupes por mí. Estaré bien.


    Dale un beso a Amy de mi parte.

    Os quiero.

Connnor Cardew.



martes, 23 de julio de 2013

De campamento :)

    Solo me pasaba para deciros que mañana me voy a un campamento, por lo que no voy a poder subir en unos cuantos días, cinco para ser exactos. He programado una entrada con la tercera parte de Mi pequeña golondrina, es la primera vez que programo una entrada, así que espero que salga bien jajaja.
    Bueno, pues eso era todo.
    Un saludo :)


Mi pequeña golondrina (parte 2)

    Tras la comida, la familia de Jane se fue a descansar a sus habitaciones, ya que estaban agotados tras el largo viaje. Sin embargo Jane, por más que lo intentaba, no podía dormir, por lo que decidió bajar al salón principal para hablar con su bisabuela. Al llegar allí, vio que no había nadie.
    -La señora ha salido a pasear – dijo una voz de mujer tras Jane.
    La chica asustada se dio la vuelta, pero se calmó al ver que solo era la asistenta.
    -Vale, gracias – tras esas palabras, la mujer se fue por dónde había venido.
     Jane se puso a deambular por la vieja casa, a investigar por los rincones, pero no se atrevió a ir más allá del piso en el que dormían sus padres, por si acaso se despertaban. Cuando ya llevaba un rato caminando por la casa, decidió ir a la cocina a  por un poco de agua. Casi se volvió loca buscando los vasos, pero finalmente los encontró. Estando en la cocina, se percató de que había una puerta que daba a un jardín trasero y, como no tenía nada que hacer, decidió ir allí.
    El jardín era bastante grande y el suelo estaba cubierto por las hojas caídas del único árbol que allí había. Un viejo columpio colgaba de una de sus ramas y Jane se acercó a él para montarse. Le pareció extraño que su bisabuela tuviera un columpio, ya que dudaba que se montara en él, pero luego pensó en su abuela Amy y en que seguramente ella si habría jugado en él. Sonrió al imaginarse a su abuela de pequeña jugando en aquel lugar, pero pronto se entristeció, ya que no tenía casi ningún recuerdo de ella debido a que murió cuando Jane era muy pequeña. Se sentó en el columpio y tras comprobar que aguantaba su peso, comenzó a mecerse suavemente, pero pronto se bajó de allí, ya que la cuerda que lo ataba al árbol crujía con cada movimiento del columpio.
    Fue al fondo del jardín y allí, vio un coche completamente oxidado y con las ruedas pinchadas. Se acercó más, guiada por la curiosidad y al estar más cerca se dio cuenta de que era un Volkswagen escarabajo de color amarillo desteñido y oxidado. Algunas de las hojas caídas del árbol reposaban sobre él y la vegetación del lugar casi lo ocultaba. Jane miró a través del cristal de la ventanilla del conductor y a duras penas consiguió ver el interior. Probó a abrir la puerta y, para deleite suyo, esta se abrió. Pasó al interior, dejó la puerta abierta y se acomodó frente al volante, levantando una nube de polvo
procedente del asiento. En un rincón del parabrisas había una telaraña con su dueña moviéndose lentamente en ella. Jane sabía que habría más insectos en el interior del vehículo, pero a ella no le daban asco o miedo, por lo que le dio igual. A la puerta del copiloto le faltaba el cristal y al otro lado veía un enorme rosal. Centró su vista al frente y cogió el volante con las manos, lo giró un poco, pisó uno de los pedales y pronto se imaginó conduciendo ese coche. La idea le hizo sonreír. Jane se quedó contemplando el polvo que flotaba frente a ella y que era iluminado por un tímido rayo de sol, haciendo que las diminutas moléculas brillaran como si tuvieran luz propia.

    Una repentina ráfaga de viento hizo que la puerta del coche se cerrara con un chirrido y el golpe hizo que la guantera del lado del copiloto se abriera, dejando caer un montón de papeles al suelo. Jane los recogió y se dio cuenta de que eran sobres de cartas. Cogió una y miró la parte de adelante, viendo que la carta estaba dirigida a su bisabuela, le dio la vuelta y leyó el nombre del remitente: Connor Cardew. No sabía quién era ese hombre, pero por el apellido, supuso que era su bisabuelo. Vencida por la curiosidad, sacó la carta del sobre y se sorprendió al ver la fecha: 26 de junio de 1916. Por lo que había estudiado en Historia, sabía que en ese año había tenido lugar la Batalla del Somme, una de las batallas más sangrientas de la Primera Guerra Mundial. Sin poder esperar ni un segundo más, comenzó a leer...
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