miércoles, 12 de febrero de 2014

Niebla

    El nuevo día amanece oculto por la niebla, una espesa nube que cubre las montañas y los caminos. El trote de mi caballo es silencioso a través de la bruma mientras me alejo de ese pueblo, huyendo del peligro, dejando todo atrás: mi familia, mis amigos, mi casa… Todo.
    Seco las lágrimas que han empezado a salir de mis ojos y me obligo a seguir adelante, recordándome a mí misma que en el pueblo no estoy a salvo y que quedándome solo estoy poniendo en peligro a los demás.
    El lugar que hasta ahora había sido mi hogar hace un rato que ha sido engullido por la niebla. A un lado del camino crece la ladera de una montaña bañada de pequeños árboles, demasiado jóvenes todavía y al otro lado se extiende un amplio campo de maíz que de estar yo de pie, me cubriría por completo.
    Tras unos minutos de marcha, mi caballo se pone nervioso, comienza a relinchar y en un momento dado, se detiene. Le tranquilizo con palabras, acariciando su cuello e intentando tranquilizarme yo también. Finalmente consigo hacerle continuar.
    Una curva cerrada aparece entre la niebla y mi caballo se altera mucho más que antes. Consigo que avance, pero por cada paso dado, retrocedemos tres.
    Por fin giramos la curva. Todo está en un absoluto silencio y el ambiente se vuelve frío. Un estremecimiento me recorre de arriba abajo. La niebla parece ocultar algo y por un momento me siento atrapada y desorientada.
    Oigo un ruido a mis espaldas y la fina línea que separaba el autocontrol del miedo, desaparece por completo y mi caballo se levanta sobre las patas traseras, tirándome al suelo y después, desaparece entre la niebla, dejándome atrás.
    Todo ha ocurrido muy deprisa, pero en ese breve instante en el que estaba en el aire, he visto un objeto pasando a escasos centímetros de mi rostro.
    Completamente asustada y dolorida por la caída, me levanto del suelo. Miro a mi alrededor sin saber qué estoy buscando, aunque dudo mucho que de saberlo, lo encontrara, ya que todo lo que veo es esa bruma blanca.
    Vuelvo a oír el ruido de antes y de repente, una flecha aparece en el suelo, clavada a mis pies. Algo me dice que también una flecha era lo que antes había pasado rozándome. El miedo impide que de mi garganta salga sonido alguno y a pesar de que mi instinto me dice que corra, me quedo paralizada.
    No me muevo durante un tiempo que me parece eterno. Delante de mí, entre la niebla, comienzo a distinguir una silueta humana. Se acerca lentamente a mí… y se detiene. Está inmóvil, como yo, pero entonces hace un movimiento con los brazos y a pesar de la densa niebla, no me cuesta distinguir un arco apuntando en mi dirección.
    Ni siquiera pienso en lo que hago. Doy media vuelta y comienzo a correr. Corro como no lo he hecho nunca, pero desgraciadamente, oigo al arquero correr tras de mí.
    El miedo se hace conmigo y la desesperación por escapar me impide ver por dónde voy. Apenas distingo el suelo que piso y la niebla sigue ahí, reduciendo mi campo de visión a tan solo dos metros.
    Me parece oír los cascos de un caballo y un pequeño brillo de esperanza aparece en mi interior al pensar que se trata del mío, de ese que me ha tirado al suelo y que a lo mejor ha vuelto a por mí, pero mi horror es evidente al percatarme de que ese sonido proviene de atrás.
    Corro mucho más rápido si es posible, pero el caballo que me persigue se acerca cada vez más. Oigo un grito procedente de la persona que monta al animal, pero no entiendo nada, ni siquiera estoy segura de si le he oído de verdad. Esa persona vuelve a gritar y esta vez está lo suficientemente cerca como para que le entienda con claridad. Ha dicho mi nombre y esa voz me es muy familiar.
    El caballo se sitúa irremediablemente a mi lado y yo me atrevo a mirar a su jinete.
    -Tú… - consigo decir en un susurro.
    No sé si alegrarme o no de verle aquí, ya que estando conmigo peligrará su vida y no quiero que le pase nada por mi culpa. No quiero llevar más muertes en mi conciencia de las que ya llevo.
    -¡Dame la mano! – grita mientras me tiende su mano para ayudarme a subir al caballo.
    Dudo un instante, sin saber por qué no se detiene para permitirme subir más fácilmente, pero entonces algo me hace mirar atrás. Tres siluetas nos persiguen montadas a caballo, ocultas entre la niebla, pero cada vez más cerca.
    No dudo más y agarro su mano. Él tira de mí y consigo sentarme tras él, aunque por un momento pensaba que me caería.
    -¿Qué haces aquí? – le pregunto alzando la voz y a la vez un poco enfadada.
   -Sabía que no te quedarías en el pueblo – dice sin apartar su vista del frente – Y no estaba dispuesto a perderte de nuevo.
    Sus últimas palabras hacen que mi enfado remita un poco y que un agradable cosquilleo se aposente en mi estómago, pero todo eso desaparece, sustituido por el miedo al oír los cascos de los caballos que nos persiguen y que están cada vez más cerca.
    -¡Acelera! – le grito asustada, haciéndole saber que nos están alcanzando.
    Nuestro caballo corre un poco más deprisa, pero es obvio que nos alcanzarán en cualquier momento.
    Una nueva curva aparece en el camino y al girar, observo con horror que nuestro caballo se detiene.
    -¿Qué…? – empiezo a decir, pero una mano tapa mi boca, evitando que diga palabra.
    Miro esos ojos castaños que me devuelven la mirada, suplicándome que guarde silencio. Mi respiración está acelerada, y no solo por el miedo, pero le hago caso y me quedo callada.
   Mi boca vuelve a quedar libre y él dirige el caballo a un lado del camino, escondiéndonos tras unos matorrales. Justo en ese momento, las tres figuras que nos perseguían doblan la esquina y siguen avanzando, intentando atraparnos, pero ahora solo siguen a la nada. Ninguna de ellas parece haberse percatado de nuestra presencia entre los matorrales y no es hasta que la niebla se los traga, cuando vuelvo a respirar con tranquilidad.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ahí va un breve relato. Anoche soñé algo parecido y llevo todo el día dándole vueltas hasta que finalmente me decidí a escribirlo.
Espero que os guste :)
PD: ¿Me podríais dar algún un consejo para mejorar el diseño del blog?

sábado, 8 de febrero de 2014

¿Nada?

    El otro día, así, pensando, me di cuenta de que la frase "Ahí no hay nada" no tiene sentido. No sé si alguien se habrá dado cuenta también, aún así os diré cómo he llegado a esta conclusión.
    La palabra nada significan "ausencia de algo", ¿no? Entonces, al decir "Ahí no hay nada", es como si dijéramos "Ahí no hay ausencia de algo". Puede sonar algo raro, pero ese "no" está negando a "nada", a esa ausencia y, por lo tanto, sí que hay algo ahí.
    Así que... al decir "Ahí no hay nada", en realidad estamos diciendo que sí hay algo y la forma correcta de decirlo sería "Ahí hay nada", pero no nos suena nada bien.
    Bueno, esta ha sido mi "reflexión" de la semana por llamarlo de alguna forma jajaja.
    Espero que paséis un buen fin de semana, aunque solo quede un día :S.

Free Lines Arrow