El nuevo día amanece oculto por la niebla,
una espesa nube que cubre las montañas y los caminos. El trote de mi caballo es
silencioso a través de la bruma mientras me alejo de ese pueblo, huyendo del peligro,
dejando todo atrás: mi familia, mis amigos, mi casa… Todo.
Seco las lágrimas que han empezado a salir
de mis ojos y me obligo a seguir adelante, recordándome a mí misma que en el
pueblo no estoy a salvo y que quedándome solo estoy poniendo en peligro a los
demás.
El lugar que hasta ahora había sido mi
hogar hace un rato que ha sido engullido por la niebla. A un lado del camino
crece la ladera de una montaña bañada de pequeños árboles, demasiado jóvenes
todavía y al otro lado se extiende un amplio campo de maíz que de estar yo de
pie, me cubriría por completo.
Tras unos minutos de marcha, mi caballo se
pone nervioso, comienza a relinchar y en un momento dado, se detiene.
Le tranquilizo con palabras, acariciando su cuello e intentando tranquilizarme
yo también. Finalmente consigo hacerle continuar.
Una curva cerrada aparece entre la niebla y
mi caballo se altera mucho más que antes. Consigo que avance, pero por cada
paso dado, retrocedemos tres.
Por fin giramos la curva. Todo está en un
absoluto silencio y el ambiente se vuelve frío. Un estremecimiento me recorre de arriba abajo. La niebla parece ocultar algo y por un momento me siento atrapada y
desorientada.
Oigo un ruido a mis espaldas y la fina
línea que separaba el autocontrol del miedo, desaparece por completo y mi
caballo se levanta sobre las patas traseras, tirándome al suelo y después,
desaparece entre la niebla, dejándome atrás.
Todo ha ocurrido muy deprisa, pero en ese
breve instante en el que estaba en el aire, he visto un objeto pasando a
escasos centímetros de mi rostro.
Completamente asustada y dolorida por la
caída, me levanto del suelo. Miro a mi alrededor sin saber qué estoy buscando,
aunque dudo mucho que de saberlo, lo encontrara, ya que todo lo que veo es esa
bruma blanca.
Vuelvo a oír el ruido de antes y de
repente, una flecha aparece en el suelo, clavada a mis pies. Algo me dice que también una flecha era lo que antes había pasado rozándome. El miedo impide que de mi
garganta salga sonido alguno y a pesar de que mi instinto me dice que corra, me
quedo paralizada.
No me muevo durante un tiempo que me parece
eterno. Delante de mí, entre la niebla, comienzo a distinguir una silueta
humana. Se acerca lentamente a mí… y se detiene. Está inmóvil, como yo, pero
entonces hace un movimiento con los brazos y a pesar de la densa niebla, no me
cuesta distinguir un arco apuntando en mi dirección.
Ni siquiera pienso en lo que hago. Doy
media vuelta y comienzo a correr. Corro como no lo he hecho nunca, pero
desgraciadamente, oigo al arquero correr tras de mí.
El miedo se hace conmigo y la desesperación
por escapar me impide ver por dónde voy. Apenas distingo el suelo que piso y la
niebla sigue ahí, reduciendo mi campo de visión a tan solo dos metros.
Me parece oír los cascos de un caballo y un
pequeño brillo de esperanza aparece en mi interior al pensar que se trata del
mío, de ese que me ha tirado al suelo y que a lo mejor ha vuelto a por mí, pero
mi horror es evidente al percatarme de que ese sonido proviene de atrás.
Corro mucho más rápido si es posible, pero
el caballo que me persigue se acerca cada vez más. Oigo un grito procedente de
la persona que monta al animal, pero no entiendo nada, ni siquiera estoy segura
de si le he oído de verdad. Esa persona vuelve a gritar y esta vez está lo
suficientemente cerca como para que le entienda con claridad. Ha dicho mi
nombre y esa voz me es muy familiar.
El caballo se sitúa irremediablemente a mi
lado y yo me atrevo a mirar a su jinete.
-Tú… - consigo decir en un susurro.
No sé si alegrarme o no de verle aquí, ya
que estando conmigo peligrará su vida y no quiero que le pase nada por mi
culpa. No quiero llevar más muertes en mi conciencia de las que ya llevo.
-¡Dame la mano! – grita mientras me tiende
su mano para ayudarme a subir al caballo.
Dudo un instante, sin saber por qué no se
detiene para permitirme subir más fácilmente, pero entonces algo me hace mirar atrás. Tres
siluetas nos persiguen montadas a caballo, ocultas entre la niebla, pero cada
vez más cerca.
No dudo más y agarro su mano. Él tira de mí
y consigo sentarme tras él, aunque por un momento pensaba que me caería.
-¿Qué haces aquí? – le pregunto alzando la
voz y a la vez un poco enfadada.
-Sabía que no te quedarías en el pueblo –
dice sin apartar su vista del frente – Y no estaba dispuesto a perderte de nuevo.
Sus últimas palabras hacen que mi enfado
remita un poco y que un agradable cosquilleo se aposente en mi estómago, pero
todo eso desaparece, sustituido por el miedo al oír los cascos de los caballos
que nos persiguen y que están cada vez más cerca.
-¡Acelera! – le grito asustada, haciéndole
saber que nos están alcanzando.
Nuestro caballo corre un poco más deprisa,
pero es obvio que nos alcanzarán en cualquier momento.
Una nueva curva aparece en el camino y al
girar, observo con horror que nuestro caballo se detiene.
-¿Qué…? – empiezo a decir, pero una mano tapa
mi boca, evitando que diga palabra.
Miro esos ojos castaños que me devuelven la
mirada, suplicándome que guarde silencio. Mi respiración está acelerada, y no
solo por el miedo, pero le hago caso y me quedo callada.
Mi boca vuelve a quedar libre y él dirige
el caballo a un lado del camino, escondiéndonos tras unos matorrales. Justo en
ese momento, las tres figuras que nos perseguían doblan la esquina y siguen
avanzando, intentando atraparnos, pero ahora solo siguen a la nada. Ninguna de
ellas parece haberse percatado de nuestra presencia entre los matorrales y no es
hasta que la niebla se los traga, cuando vuelvo a respirar con tranquilidad.
---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Ahí va un breve relato. Anoche soñé algo parecido y llevo todo el día dándole vueltas hasta que finalmente me decidí a escribirlo.
Espero que os guste :)
PD: ¿Me podríais dar algún un consejo para mejorar el diseño del blog?