viernes, 28 de marzo de 2014

What might have been

-Solo... quiero comprobar una cosa - le digo sin apartar mis ojos de los suyos. Veo el arrepentimiento en ellos, y tal necesidad de que le perdone que hasta duele.
Despacio, me acerco a él. Lentamente, sin prisas, hasta que nuestros labios están a tan solo unos centímetros de distancia.
Tomo aire y cierro los ojos a la vez que poso mis labios sobre los suyos, con delicadeza.
Se trata de un beso suave y dulce, y no tardo mucho en encontrar eso que estaba buscando. O, más bien, eso me encuentra a mí, tan bruscamente que es como chocar contra un muro. Hay dolor, sí, pero una parte de mí ansiaba volver a sentirlo. Es el combustible que hace funcionar mi corazón, haciendo que vuelva a latir vivaz, con fuerza, cortándome la respiración.
Mi pecho parece estar a punto de estallar y la sensación de vértigo en mi estómago se presenta en mí como una vieja conocida. Me siento como si estuviera a cientos de kilómetros de aquí, en algún lugar entre las nubes y las estrellas.
Y entonces sé que de verdad me quiere, que sus palabras de arrepentimiento son sinceras y que lo que ha pasado no ha sido nada más que un error.
Equivocarse es de humanos, al igual que perdonar.
Además, de los errores se aprende y de este, no solo él ha aprendido la lección, sino que yo también he sido alumna de este maestro y he anotado en mi libro de la vida una enseñanza, un de esas que te gustaría no haber aprendido nunca, pero que en algún momento tenemos que afrontar.
Me dejo llevar por las emociones, saboreo cada segundo que pasa, deleitándome con la suavidad de sus labios, recordando cada risa, cada juego, cada momento en el que nos perdíamos entre nuestros besos, en el que las palabras sobraban y solo eran necesarias las miradas. Esos recuerdos siempre prevalecerán en mi interior y por mucho que quiera, no puedo hacerlos desaparecer. Ya forman parte de mí.
Termino el beso con cuidado, separando nuestros labios solo lo necesario para poder respirar.
Después, le rodeo con mis brazos, abrazándole con fuerza para evitar que se vaya, para que se quede siempre conmigo.
-Te he echado de menos - digo en un susurro en su oído, temerosa de romper este momento con las palabras.
Él me devuelve el abrazo, estrechándome entre sus brazos, tal vez también con el temor de que me aleja y, por esa razón, hay una promesa silenciosa en sus brazos alrededor de mi cuerpo: "No volveré a perderte. Se acabaron los errores".



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