jueves, 23 de mayo de 2013

Mi luz se apagó.

   Siempre quise saber si esa persona sentía lo mismo por mí que yo por ella, si cada vez que me veía sonreía sin querer o me buscaba con la mirada cuando no me encontraba.
   Siempre quise saber qué sentiría en mi primer beso, cómo sería y si ese chico, ese que sin darme cuenta se había colado en mi vida, sería el que me lo diera.
   Siempre quise saber quiénes eran mis verdaderos amigos, quién se preocupaba por mí o solo quería estar conmigo por conveniencia, quién haría cualquier cosa para verme sonreír y quién intentaría hundirme.
   Hace tan solo un par de días me preguntaba todas estas cosas y muchas más, pero ahora ya sé las respuestas y, he de admitir que, a pesar de ya no sentir nada, casi pude notar cómo dolían, como un puñetazo en el estómago que te deja sin respiración durante un instante.
   Hace dos días, yo era una chica más. Dieciséis años, morena y no muy alta; de ojos verdes, con gafas y tímida; con una imaginación que se perdía siempre en nuevos mundos y situaciones que nunca llegarían a suceder. Sí, era una chica normal y corriente sin nada que llamara especialmente la atención, pero era yo y ahora no soy nada. Un simple recuerdo en la memoria de la gente que me conoció y que no tardará mucho tiempo en desaparecer también. Nadie sabrá que existí alguna vez.
   Solo mi familia y dos personas más lloraron mi muerte. Una de esas dos personas era un amiga mía con la que solo pasé pequeños momentos que, aunque fueron cortos, me hicieron sentir grande. Ahora sé lo importante que era yo para esa persona y me arrepiento de no haber pasado más tiempo con ella, de no apreciar lo que tenía al alcance de mi mano... ahora es demasiado tarde.
   La otra persona que lloró por mí fue, aunque aún sigo sin creérmelo, el chico por el que no dormía, ese que estaba en mi cabeza en todo momento. Sí, ese chico que jamás pensé que supiera de mi existencia lloró. Al principio fue una pequeña y solitaria lágrima recorriendo su mejilla hasta la comisura de sus labios, los cuales pronunciaron mi nombre siete veces, los cuales siempre quise besar. Esa lágrima vino seguida de más mientras él le daba un golpe fuerte a la pared, consumido por la frustración y la pérdida sobre un fondo de amargura y tristeza.
   En ningún momento me aparté de su lado y al verle así quise llorar, decirle que no pasaba nada, que yo estaba allí, con él. Quería abrazarle y sentir sus manos en mi espalda mientras me estrechara entre sus brazos... pero, obviamente, no pude y jamás podré hacerlo. No soy más que aire en mitad de la nada, nadie me ve ni me oye y dentro de un tiempo seré menos que nada.
   La Muerte me ha arrebatado todo lo que tenía: mi familia, los pocos amigos que tenía, mi hogar, el único chico al que he querido con todas mis fuerzas... Y lo que es más importante, me ha arrebatado mi futuro. Nunca sabré qué se siente al tener un hijo entre los brazos, al tener que madrugar para ir al trabajo, al tener veinte exámenes en la misma semana... Nunca sabré lo que es que alguien me susurre un "te quiero" al oído, trasnochar y volver a casa por la mañana, conducir mi propio coche e ir adónde quiera, a pesar de que luego tenga que pagar la gasolina... Hay muchas cosas que no conoceré y otras tantas que no volveré a hacer, pero no puedo hacer nada para cambiarlo, no puedo volver atrás en el tiempo y volver a vivir la vida.
   Mi luz se apagó y jamás volverá a brillar... se esfumó mi momento de vivir.

2 comentarios:

  1. No sabemos lo que tenemos hasta que lo perdemos... Es así, y siempre será así.
    Muchas experiencias nuevas en la vida y no siempre llegamos a conocer todas, la vida se escapa así como si nada mientras nosotros respiramos... Las cosas que queremos decir y no nos atrevemos puede que nunca las digamos...
    Muy bonito el texto, me ha gustado mucho, es por eso que de vez en cuando me tendrás por aquí comentando en lo que pongas :)
    Besoos!!^^

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  2. Muchas gracias y me alegro mucho de que te haya gustado :)

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